2007/12/17

Simologia Esoterica - Dioses

CUESTIONES TEOSOFICAS
El Enigmático Capricornio-Makara
Por Isabel Nunes Governo






La famosa Atenea-Minerva de Fidias, en el Partenón, era de marfil y oro. La diosa fue representada de pie, con la lanza en una mano y el Nike, la imagen de la Victoria, en la otra. El yelmo, profusamente decorado, estaba coronado por una esfinge, emblema de la inteligencia celeste. En los laterales se representaban dos grifos, cuyo significado era el mismo que el de la esfinge; encima de la visera, figuraban ocho caballos a galope, imagen de la rapidez con la que actúa el pensamiento divino; la cabeza de Medusa le sobresalía del pectoral. Los brazos y la cabeza de la diosa eran de marfil, con la excepción de dos ojos formados por dos piedras preciosas, y su vestimenta era de oro. En la cara exterior del escudo, puesto a los pies de la estatua, estaba representado el combate de los atenienses contra las amazonas, y, en la cara interior, los dos gigantes contra los dioses. El nacimiento de Pandora estaba esculpido en el pedestal.
Según Helena Blavatsky, en su monumental obra La Doctrina Secreta, Makara es el más sagrado y misterioso de entre todos los signos del Zodíaco.
Para levantar un poco el velo y penetrar en el significado de este fascinante símbolo, iniciaremos, primeramente, un periplo por algunos trechos de la riquísima mitología griega.
La mitología griega se nos presenta, como regla general, con múltiples versiones de diferentes épocas, sobre un mismo tema. Sin embargo, el significado esencial es siempre el mismo, lo que varía es el revestimiento externo.
Comenzaremos por la historia del nacimiento de la diosa Atenea:

El Nacimiento de Atenea
Métis, la primera esposa de Zeus, se quedó embarazada de Atenea. Ante este hecho, Urano y Gea aconsejaron al augusto dios que se comiera a su esposa pues, de acuerdo con una profecía, si Metis concebiese una hija, y esta un hijo, el nieto vendría a apoderarse de la soberanía del abuelo.
Cuando llegó a su fin la gestación de Atenea, Zeus comenzó a sentir insoportables dolores de cabeza. Pidió, entonces, ayuda al dios de las forjas, Hefesto, para que le abriese la cabeza con un golpe de hacha. Hefesto así lo hizo, y de la cabeza de Zeus surgió Atenea, ya adulta y armada con una lanza y un escudo.

La Vocación de Atenea
A determinadas alturas, los dioses del Olimpo se inclinaban atentamente sobre ciertos acontecimientos que se desarrollaban en la Tierra. En realidad, ellos sabían que estaba por llegar el amanecer de una gran revolución que iluminaría el camino de los hombres...
Cécrope, rey de Ática, intentaba congregar a las tribus de la región con la intención de edificar una ciudad-estado, cuya cohesión y organización debería traer nuevos rumbos de sabiduría y de paz.
Ante esa visión grandiosa, no era de admirar que los dioses se impresionaran y quisiesen, cada uno de ellos, el privilegio de ser el patrono de la ciudad. Se produjo una auténtica lucha y, al final, quedaron apenas dos a la altura del gran desafío: Poseidón (Neptuno), el dios de los mares, y Atenea (Minerva), la diosa de la sabiduría y de la prudencia.
Se decidió que se tomaría por protector de la ciudad al dios que produjese la cosa más útil.
Poseidón, tocando la tierra con la punta de su tridente, hizo surgir un fogoso caballo e hizo surgir una fuente de agua marina, queriendo con ello significar que su pueblo sería navegante, voluntarioso y guerrero. Pero Atenea lo interceptó y, aproximándose al animal, lo acarició y lo domó, transformándolo en un dócil aliado de los hombres. Después, tocando la tierra con la punta de su lanza, hizo aparecer un olivo cargado de frutos, pretendiendo con eso predestinar al pueblo para que fuese industrioso, para que supiese fructificar la tierra, y para que pudiese iluminar los hogares y los templos.
La aceituna, anunció ella, sería portadora de vida: proveería alimento para los hombres y óleo santo para los sacrificios a los dioses. Su árbol sería fuerte y resistente, fructificando igual en la tierra más agreste y rocosa. Pero lo más importante era que el olivo representaría la paz, mientras que el caballo, por obra de los hombres, quedaría asociado a la guerra.
Se produjo un silencio ante aquella solemne pléyade de dioses y, aunque ninguno desease ofender a Poseidón, y todos admirasen vivamente su magnífica creación, hubieron de reconocer que Atenea fue la vencedora.
Y así, bajo su protección, floreció la grandiosa ciudad de Atenas.

Atenea y Hefesto
Hefesto, el dios herrero y orfebre, que trabajaba afanosamente en el interior de los Volcanes y en los inmensos filones metálicos del interior de la Tierra, fabricaba todo tipo de artefactos y armas para sus pares del Olimpo. Hefesto era el más sombrío y reservado de los dioses, siendo su apariencia algo repulsiva: era bizco, cojo y curvado sobre sí mismo, siempre ennegrecido con el hollín que eternamente producían sus abismales forjas.
Cierto día, despechado por el amor no correspondido que sentía por la exuberante Afrodita, se volvió hacia la hija predilecta de Zeus, Atenea, consumiéndose de deseo por ella. También en este caso, fue repudiado. Inició, entonces, una persecución irrefrenable, e intento raptarla. Atenea se debatió y consiguió resistírsele, no sin que se viese forzada a limpiarse el semen de su perseguidor, con un trapo de lana, que después arrojó a la Tierra. La Tierra fue, de tan extraño modo, fecundada, y de ahí nació Erictanio (también llamado “el hijo de la Tierra”), un extraño aunque bondadoso ser con cabeza y tronco de hombre, pero cola de serpiente. A pesar de no ser hijo de su vientre, Atenea lo educó, asumió su crianza y educación, e hizo de él el rey de Atenas.
Erictanio fue un buen gobernante. Entre otras cosas muy útiles, el enseñó al pueblo a dominar a los caballos e, instruido por Atenea, acostumbraba a usarlos en las cuadrigas, especie de carruajes tirados por 4 caballos.
Cuando murió, Atenea le elevó a los cielos, lo transformó en una estrella y lo colocó en la constelación del Cochero (Auriga), para que brillase para siempre en el firmamento.

Hefesto, el dios que ata y desata
Hefesto, poco querido desde su nacimiento, por su madre la diosa Hera, fabricó un regalo envenenado que le envió: un magnífico trono de oro, artísticamente cincelado. Hera quedó maravillada y se sentó en él. Pero con espanto y horror se dio cuenta de que ya no se podía levantar de aquella prisión dorada. Únicamente el orfebre divino conocía el secreto de atar y desatar...
Fue también Hefesto quien, según el mito griego, creo a la primera mujer, Pandora. No sólo la modeló a partir del barro, sino que la animó con un soplo divino, igual que los Elohim, del que Jehová (ver Nota 1), el dios tutelar de los judíos, era uno de ellos.

El nacimiento de Zeus






Rea quedó embarazada de Cronos pero, temerosa, pues su marido devoraba a todos sus hijos, se refugió en el Monte Dicta (o Ida, en otras versiones) en Creta (aunque Ática también reclame este honor para sí) para dar a luz, y después lo escondió en las profundidades de una inaccesible caverna. Allí, el pequeño Zeus fue amamantado por Amaltea, que era al mismo tiempo una ninfa y una cabra. Más tarde, reconocido, Zeus la instaló en los cielos como la estrella Capela (Cabrita) de la constelación del Cochero (o Auriga). Con frecuencia, en múltiples versiones del mito, se atribuye la invulnerabilidad del escudo de Zeus al hecho de estar éste recubierto con la piel de la cabra Amaltea.
En otra variante de este aspecto del mito, Aegipa era el hijo de Zeus con una cabra llamada Aex, cuya piel era invulnerable. Cuando este murió, Zeus le retiró la piel y con ella se hizo el escudo.

Capricornio, la cabra-pez
En una batalla que entabló contra el monstruo Tifón, Zeus perdió los tendones de los brazos y de los pies, que Tifón entonces escondió. Después de algunas persecuciones y peripecias varias, sus hijos Aegipa y Hermes le llevaron de vuelta a su padre los tendones (que recuperó así sus fuerzas), pero Tifón les persiguió hasta Egipto, donde se disfrazaron mudando de forma. Aegipa cambió su mitad inferior a la de un pez, a fin de facilitar su huida por mar.
Zeus mostró su gratitud colocando a Aegipa en los cielos como la constelación de Capricornio. Él aún mantiene su forma: la parte superior de cabra, y la inferior de aleta de pez.

El símbolo Capricornio-Makara
En ocultismo, la cabra es uno de los símbolos atribuidos al Akasha, como lo es de la esencia vital (Jiva) aprisionada en la materia. El Akasha es representado por el Pentagrama. Es por eso que el Chivo de Mendes (o Baphomet) (ver Nota 2) inscrito en un pentagrama (con el vértice vuelto hacia arriba, y así representado por Eliphas Levi), es el sinónimo de la Luz Astral (el aspecto o nivel más inferior del Akasha), donde se practica la magia común, elemental.
El Chivo de Mendes es identificado con el andrógino Baphomet (ver Nota 3) griego, al que se cree que adoraban los Templarios. Según Von Hammer, el término significa “bautismo o iniciación en la Sabiduría”, derivado de las palabras griegas Baph (Bautismo) y Metis (Sabiduría), y de la relación de Baphometis con Pan. De hecho, Baphomet era un símbolo hermético-cabalístico, descompuesto como se sigue: Beth-Pe-Vav-Mem-Taf. Aplicándosele la cifra Atbash y utilizándose el método de transferencias y codificación usado por los cabalistas judíos, se obtiene Shin-Vav-Pe-Yod-Aleph, que compone el término gnóstico Sophia (Sabiduría en griego).
La esencia vital aprisionada en la materia, alude a la leyenda del Titán Prometeo, encadenado para siempre a una roca. Durante el día era torturado por un buitre que le devoraba el hígado y, para eternizar el suplicio, por la noche este era regenerado. En un aspecto del mito, Prometeo representa la Mónada humana en su prisión de carne, encarcelada en el “Cuaternario Inferior”. Ella era corroída incesantemente en las entrañas, por las pasiones y concupiscencias propias de la naturaleza inferior.
Pero Prometeo robó el fuego de los dioses, la Centella de Manas (Mente Superior), que, sólo ella, permite la salvación de esta cárcel (la roca en la que estaba preso). Prometeo simboliza pues, aquí, a los Kumaras (la Tríada Superior (ver Nota 4) o el Ego Espiritual) que vinieron, en la mitad de la 3ª Raza (ver Nota 5) a traer una luz a la humanidad animal e hicieron posible el camino para la Libertad y la Inmortalidad.
De acuerdo con lo sustentado por Helena Blavatsky, en el Zodíaco brahmánico los signos están todos ellos presididos por y dedicados a uno de los grandes dioses. En el caso de Makara (Capricornio), la divinidad a que está dedicado es Pulaha, que, según el Rig-Veda, es uno de los siete Richis-Prajâpatis nacidos de la mente de Brahma.
Y leemos en su Doctrina Secreta “...La Quinta Jerarquía, la de los Kumâras, es muy misteriosa, una vez que está relacionada con el Pentágono Microcósmico, la estrella de cinco puntas que representa al hombre. En la India y Egipto, aquellos Dhyânis (Kumâras) estaban asociados al Cocodrilo y su morada estaba en Capricornio. En la astrología india, Cocodrilo y Capricornio son términos equiparables, pues este 10º signo del Zodíaco es llamado Makara, traducido libremente por ‘cocodrilo’ (pero, más propiamente, simbolizando un ser anfibio). Él es el “Dragón de la Sabiduría” de Manas, y se convirtió en el foco y la misión de la 5ª Jerarquía – los misteriosos seres que gobiernan sobre la constelación de Capricornio, Makara o ‘Cocodrilo’... para inspirar la forma animal vacía y etérea, y hacer de ella al Hombre Racional” (ver Nota 6). Podemos leer también al respecto, en el Glosario Teosófico de la misma autora: “Si, conforme con las declaraciones exotéricas, Capricornius estaba relacionado en algún modo con la cabra Amaltea que alimentó a Júpiter con su leche, o si era el dios Pan que se transformó en chivo y dejó impresa su señal en los archivos siderales, poco importa. Cada una de sus fábulas tiene su significado. Toda cosa en la Naturaleza guarda íntima correlación con las demás, y así es que los estudiantes de sabiduría antigua no se quedarán muy sorprendidos si se les dice que aun los siete pasos dados en la dirección de cada uno de los cuatro puntos cardinales, o sea los veintiocho pasos dados por el recién nacido infante Buda, están estrechamente relacionados con las veintiocho estrellas de la constelación de Capricornio.
Makara o Panchakaram es el Pentágono. Este es el símbolo del hombre-pensante (dotado del 5º Principio, de Manas) y también, en cierto sentido, del Akasha (ver Nota 7). Makara es el más recóndito, etéreo e interno de todos los signos. Es el signo de los Dioses Solares y Salvadores del Mundo: Dionisio, Osiris, Horus, Zeus, Mithras, Apolo, Baco, Jesús, todos nacieron en Capricornio. Es el símbolo de la iniciación, del nuevo nacimiento, y de los nuevos comienzos. El filósofo Luciano dejó dicho que “el símbolo geométrico del Pentagrama (representando el Amor y la Euritmia viviente) era la contraseña de la Sociedad Pitagórica (...) En realidad, el ‘número áureo’ Pitagórico (1,618) resume aritmética y algebraicamente las propiedades de la dominante geométrica, el pentagrama.” (ver Nota 8)
El Fuego de Manas nos fue traído, como ya vimos, por los Kumâras, los Señores de Venus. Nos dice la Doctrina Secreta que Venus es el prototipo espiritual de la Tierra. De ahí la alegoría de que el carro de Sukra-Uzanas (esto es, el carro de Venus-Lucifer (ver Nota 9)) conduce un grupo de ocho “caballos nacidos de la Tierra”, mientras que los “corceles” de los cocheros de los demás planetas tienen diferente número.
En efecto, los antiguos eran conocedores de una importante ocurrencia cosmológica entre los dos planetas hermanos. En períodos (cíclicos) de, sensiblemente, ocho años, se dan cinco conjunciones llamadas inferiores, esto es, de Tierra-Venus-Sol y también, con la misma duración, cinco conjunciones superiores, de Tierra-Sol-Venus, sucediendo que, en ambos casos, Venus describe en los Cielos un pentagrama (ver Nota 10). Este acontecimiento extraordinario no podía ser visto por los astrónomos de la antigüedad, puesto que, en realidad, sólo sería observable desde fuera de la órbita terrestre, y con todo, ¡ellos lo sabían!
Venus es positivo en relación a la Tierra y es su Alter-Ego. Corresponde a la Tríada Superior, mientras que la Tierra representa el Cuaternario Inferior.

La cabra, la serpiente, el delfín, el pez, el cocodrilo



Originalmente, Capricornus no era una cabra sino un ser híbrido mitad cabra y mitad pez (esto mismo podemos observarlo en el mito de Aegipa). El símbolo de los seres bi-compuestos, terrestre en una de las mitades y marinos en la otra, es recurrente y significa invariablemente la cualidad o la potencialidad de expresiñon en dos mundos o planos. En realidad, la palabra griega amphibios (de amphi “de uno y de otro lado” y bios “vida”) significa simplemente “vida en dos planos”. La clase de seres simbolizada por Makara, o por el Cocodrilo, o por Capricornus alude a nuestros Padres primordiales, los Kumâras, que, (provenientes de Planos internos y, en términos evolutivos, muy superiores a este en que estamos enfocados) dotaron a la humanidad del principio de la Mente y, progresivamente, la instruyeron en todas las artes y ciencias. En muchas latitudes, sobrevivieron leyendas con respecto a algunos de esos seres iniciadores que (simbólicamente) durante el día emergían de las aguas profundas para instruir a los hombres, y por la noche regresaban a su elemento natural: Oannes o el Annedotus, el hombre-pez de las leyendas caldeas; Dag o Dagon en las hebreas; los Nâgas o Reyes-Serpiente en las budistas; Matsya, o avatar-pez, primera encarnación de Vishnu, en la cosmogonía hindú. Finalmente, también el propio Jesús, el Instructor de los hombres del Nuevo Testamento Cristiano, fue llamado, figuradamente, “Ichthus”, o “el Pez” (en griego), siendo el pez una de las señas de reconocimiento entre sus seguidores, en el inicio del Cristianismo. Mucho más significativamente, en cuanto a lo primero que aquí se enuncia, en la época pre-Babilónica Oannes era el Ea-Oannes (ver Nota 11), “El Antílope de las Aguas Profundas”, también llamado “Aquel del Vasto Intelecto”, “Señor del Ojo Sagrado” y “Dios de la Sabiduría”. Y Ea-Oannes era frecuentemente representado en la figura de una cabra con cola (aleta) de pez, figura también a veces referida con el apelativo de suhurmashu.
El símbolo híbrido de la cabra-pez estaba también representado en la imaginería de pueblos como el chino, el árabe, el asirio, el persa. Para los chinos era Ko ki, para los árabes era Alcaucurus o Alcantarus; para los asirios era Kunaxa; para los persas era Vahik.
Igualmente, para los griegos, aigoke-reus, el símbolo anfibio capricornio, era mitad cabra, mitad pez, y representaba la ambivalencia de la vida en los dos mundos, telúrico y uránico. Era la mítica cabra nodriza, cuyos cuernos simbolizaban la prodigalidad (la abundancia y la fertilidad) – la Madre del Mundo – en simbiosis con el símbolo del pez, el cual, a su vez, alude al fluido movimiento y libertad en las aguas profundas y primordiales, las aguas del Amnio celeste, donde se genera la Vida Universal. Amaltea, Amnius, Ama (ver Nota 12), Amrita (ver Nota 13), Amonia (ver Nota 14), Alma, Anima, Amen, Ammon (ver Nota 15), todos estos términos remiten a una noción de madre, generatriz, nodriza, principio, suero divino, gran mar o aguas primordiales...
Varuna (Uaruna fonéticamente), o Uruvana, en las antiquísimas inscripciones de Boghaz Keui, que se remontan al siglo XVI a.C., es el prototipo del Ouranos griego. Es el dios de las “Aguas del Espacio” o, en cierto sentido, el Akasha (ver Nota 14) Varuna anda sobre las aguas montado en un pez o animal marino llamado Makara (ver Nota 16). Es el principal Aditya entre los siete grandes dioses planetarios.
También el Ouroboros o Uroboros (Theli en Caldea), aparentemente con la misma etimología, representaba al Gran Dragón que circunda simbólicamente el Cosmos. “Uroboros, es la Serpiente que se muerde su propia cola. Representa el andrógino divino en el cual, en el curso de un Manvantara, ocurre primeramente el despertar de la vida consciente. Es el Gran Naga, la Gran Serpiente que ‘atrae la cola a su boca en la que busca incesantemente lo negativo por lo positivo’ y muerde ‘con su cabeza activa la cola pasiva de cuyas emanaciones nacerán mundos, seres y cosas” (The Mahatma Letters to A.P.Sinnet). El Uroboros es, por consiguiente, una alegoría al útero de la Gran Madre, el cual contiene las fecundas aguas amnióticas. En una frase emblemática en la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto, se puede leer: “El Thelesma (el oro Celeste o Espíritu Universal) de todo el mundo está aquí. Su poder no tiene límites sobre la Tierra”.
Aún con alguna relación fonética, parece estar el Uraeus, otra serpiente, Cobra Capella (de tipo cobra) y un símbolo sagrado en el antiguo Egipto. Según el egiptólogo James Bonwick, “el Uraeus adornaba la parte anterior del Atef, la corona de Horus, bien como la mitra de Osiris, además de coronar la frente de otras divinidades, masculinas o femeninas. Con el disco solar, el uraeus guarda las puertas del Hades. Él es el compañero de los benditos en el Paraíso y los guarda de la aproximación del mal”. Según una vieja leyenda, también los antiguos Buddhas tienen como guardia una Cobra-Capella. En realidad, la ciencia arcana enseña que Uraeus es un símbolo de iniciación y de sabiduría oculta.
En la astrología griega, el tercer decanato de Capricornio es llamado Delphinus (Delfín). En la astrología persa, este decanato es representado tanto por la figura de un pez, o animal marino, como por la de una corriente de agua. En los sistemas orientales, incluyendo el egipcio, el signo completo es siempre simbolizado por un ser híbrido, mitad cabra, mitad animal marino. A veces, además, esa naturaleza híbrida incluye una mitad serpiente; en efecto, en Grecia, en una medalla pitagórico-órfica de Thurium, ni el caballo ni los grifos adornan el casco de Atenea, sino un híbrido fantástico con cola de serpiente.
El cocodrilo, como ya se ha dicho, es una forma de representar un ser anfibio, con asiento y dominio en los dos mundos. En el antiguo Egipto insinúa un carácter iniciático. En el Libro de los Muertos, en el capítulo XXXI, que versa sobre el empleo de las palabras de poder (las hékau, dadas por Isis) para llegar hasta Osiris, en el gran pasaje de los caminos al “Más Allá”, el alma, enfrentándose a uno de los guardianes, el Gran Cocodrilo Sui, dirá: “... Yo vivo por la voluntad de las palabras de poder que llevo conmigo...”. Recordemos que, según el mito, fue precisamente el poder innato de Isis el que le franqueara los caminos por las aguas del Gran Mar al recorrer los siete costados del mundo en busca de los pedazos del cadaver de Osiris, para de nuevo insuflarle el soplo de vida. Cruzándose con innumerables cocodrilos, ninguno osó cerrarle el paso.
Paralelamente, también en antiguos templos hindúes, principalmente en algunos dedicados a Shiva, el símbolo de Makara, el cocodrilo, figuraba sobre los Portales (Toranas), bendiciendo las jambas de los accesos al Adytum (el Santum Sanctorum). En esas representaciones Makara corporifica, en su mitad inferior, una espiral, símbolo de incursión e interiorización a los mundos ocultos. Makara asume, aquí, el papel de Pontífice (o Avatar), aquel que torna aprehensible y representable lo Insondable y Desconocido a los ojos del aspirante en el Camino. Es tanto el Guardián como, también, el propio Puente entre el mundo de los hombres y el mundo de los dioses. Y es con esta última connotación con la que, aún hoy, esa insignia suya – la espiral – se perpetúa, como herencia, en lo alto del báculo de los obispos de la Iglesia Romana.
Entretanto, y haciendo, de nuevo, contrapunto con la simbología de los egipcios, el velo se levanta un poco más cuando entrevemos el hilo de las múltiples correlaciones que permanecían oscuras en lo que respecta a este enigmático signo: así, tenemos que Seb o Sib es el Saturno egipcio, padre del tiempo (ver Nota 17) y de todos los dioses, incluyendo a Osiris e Isis. Su esposa es Nout o Neith, la “Gran Madre” (la Materia Primordial y Espacio Infinito) y, aún así, “Virgen Inmaculada”. Nout es la precursora de Isis, es su prototipo.
Curiosamente, la divinidad egipcia Sebek o Sevekh (ver Nota 18) es representada con cabeza de cocodrilo. Y Sevekh es también el dios del tiempo (Cronos). Así como en la alegoría grecolatina, en que Cronos devora, enteros, a sus propios hijos, así también lo hace el cocodrilo, al engullir, enteras, a sus crías (esta era una realidad que los egipcios frecuentemente presenciaban, aunque el cocodrilo no engulle realmente a sus cría, sino que las lleva dentro de su boca para protegerlas). Sevekh es una divinidad solar pues exhibe como emblemas el disco solar y las astas de carnero.
Makara (el cocodrilo), que contiene velado, sobre su nombre, el anagrama Karma, está bajo el dominio de Yama, uno de los 4 Mahârâjahs o Regentes de los 4 Puntos Cardinales (ver Nota 19). En efecto, cada cual poseyendo una propiedad oculta, los cuatro gobiernan las Fuerzas cósmicas de tales puntos y representan la funcionalidad de la Ley del Karma y su administración sobre la Tierra. Yama es el Señor del Sur y (de los cuatro) su máximo punto focal. Y Yama es también la personificación de la Tercera Raza (la primera que fue dotada de consciencia, Sanjna/Manas), en la cual se produjo la gran unión entre Espíritu y Materia. Es, en esta acepción, Yama-Yamî, bipolar (el símbolo del Manas dual).
Saturno (el Regente del signo astrológico Capricornio-Makara) es idéntico a Kâla (el tiempo, como regulador y destructor del mundo, es uno de los sobrenombres de lYama) y es también idéntico al Agruero fenicio (prototipo dej Jehová israelita) (ver Nota 20). Por otro lado, los Agrasandhâni son los “asesores” de Yama y los “registradores del Karma” (idénticos a los Lipika), aquellos que ajustan el fiel de la balanza entre las fuerzas positivas y las fuerzas negativas cósmicas, celestes y humanas. De ahí el símbolo dual de Makara o de Capricornus, que reúne en una única figura la integración de las dos potencias. (ver Nota 21)
En cierto fragmento del Vishnu Purâna se dice que “la forma más poderosa del Universo es la de Shishumara (ver Nota 22), mitad animal, mitad humano. En la mitad inferior tiene la forma de un cocodrilo y simboliza el tiempo como ‘lo devorador’. En el extremo de su cola está presa Dhruva, la Estrella Polar (ver Nota 22). La mitad superior es de hombre, con cuatro brazos (igual que Vishnu)...” ¡Y el significado del término Shishumara era, precisamente, el “devorador de crías”!

La cabra y la leche
Muchos son los símbolos que reviste la figura sencilla de la cabra. En la India, el vocablo que la designa, aja, ajina, significa igualmente no-nacido, por lo que la cabra es un símbolo de la sustancia primordial no manifestada Mûlaprakriti (Pradhâna, o también Akasha). Aja es uno de los sobrenombres del innato dios Kâma, epíteto, alias, común a muchos de los dioses primordiales, como Brahmâ, Shiva, Vishnu, pero fundamentalmente al primer Logos. Es la irradiación del Absoluto en el Plano de Manifestación.
Significativamente, en la bandera de Kâma, dios del amor (ver Nota 23) (en su verdadera acepción esotérica y espiritualizada), figura un símbolo denominado Jalarûpa, uno de los nombres de Makara. Literalmente, Jalarûpa significa “de forma o cuerpo acuoso”, esto es, nacido de las Aguas del Caos Primordial, y, en el hombre, tiene relación con nuestro Ego inmortal. El divino Kâma es el puente entre el Manas y el puro Âtmâ-Buddhi.
La cabra Amalteia, que nutre al soberano del Olimpo con su leche, es, así, Mûlaprakriti. Su leche es el Akasha, ambrosía de los dioses. Es la leche de la Virgen citada por los alquimistas. Amalteia es la Madre Divina – la Gran Virgen Madre, de cuyo Regazo provienen todos los seres, cuyo Regazo abriga a todos los seres.
Por otro lado, la Vía Láctea es un tema recurrente en los mitos pitagóricos relativos a la vida trans-terrenal. En una de las estelas funerarias pitagórico-órficas de Thurium (ver Nota 24) puede leerse la siguiente inscripción – palabras de santo y seña:
¡Cabrito, caí en la leche!
¡Cabrito caíste en la leche!
El Cabrito aquí, representa el alma del místico, que traspasa los portales de la muerte hacia la Vida plena, y por analogía, el neófito que pasa por las pruebas iniciáticas y, ante la Gran Diosa, se abre para el nuevo nacimiento.
En la mitología germánica, la cabra Heidrun se alimenta de las hojas del fresno Yggdrasil (ver Nota 25) y su leche alimenta a los guerreros del soberano Odín.
En el Râmâiana, el amrita o elixir de la vida, alimento de los dioses, surge del latido de Kchîra-samudra, el Océano de Leche. Como ya vimos, la leche es universalmente el símbolo de la abundancia, de la fertilidad, como también de la iniciación y de la inmortalidad. Precisamente, Heracles sorbe la leche de la inmortalidad en el seno de Hera.
En un antiguo templo egipcio, en el culto a Osiris se derramaba leche en cada una de las 365 mesas propiciatorias que rodeaban su túmulo, una por cada uno de los días del año, y tales rociados pretendían ayudar a los dioses a resucitar todas las mañanas.
En numerosas tradiciones y mitologías, la cabra está asociada al rayo y al relámpago. Es así con los chinos, los tibetanos, los griegos, los judíos y los escandinavos. Dice la leyenda que, durante las tempestades, Thor, el dios germánico del trueno, cruzaba los cielos en su carro tirado por dos chivos, Tanngrisni y Tanngnost, y producía relámpagos con su martillo mágico. “Jehová habíasele manifestado a Moisés en el monte Sinaí en medio de rayos y truenos. Como recordatorio de esa hierofanía, la cobertura del tabernáculo era confeccionada con hilos entrelazados de pelos de cabra. Los Romanos y los Sirios, cuando invocaban a sus dioses, para testimoniar su unión con lo divino usaban, a veces, una indumentaria denominada cilicium, cilicio en español, confeccionada con pelos de cabra. Para los cristianos, el uso del cilicio tiene, en el fondo, el mismo sentido: la mortificación de la carne mediante la penitencia, y la liberación del alma que se entrega completamente a Dios. El chivo lo denomina muchas veces Dionisio en trance místico, símbolo de un recién nacido para una vida divina. En todas las tradiciones, la cabra aparece como símbolo de la nodriza y de la ‘iniciadora’, tanto en el sentido físico como místico de los términos” (ver Nota 26) La cabra y, principalmente los cabritos de leche son también, como vimos, símbolos del neófito, que pasa por las más duras pruebas para alcanzar la iniciación. En efecto, las cabras recorren los más áridos, austeros y abruptos caminos, en busca de su sustento, los peñascos son su hábitat. Parsifal, candidato a la iniciación, es representado flanqueado por dos machos cabríos, usando la capucha en pico, de los Cabires.
El escudo, poderosa arma de Zeus fue, según algunas versiones del mito, forjada por Hefesto y revestida con la piel de la cabra Amaltea, que amamantó a Zeus con su leche. El dios del rayo y del trueno se lo regaló a Apolo, y después a Atenea. El escudo es pródigo en signos celestes y, en la interpretación de Homero, representa la propia tempestad que, como fuego y luz, surge del escudo divino.
En las más antiguas medallas romanas, y siguiendo la tradición que se remonta a los Etruscos, Juno Sospita (ver Nota 27) es representada vestida con piel de cabra y con todas las insignias semejantes a las de Minerva-Atenea. Igualmente, los escultores romanos dejaron preciosos bronces y mármoles donde la cabra representa un papel de importancia. En las pinturas de Pompeya, figuran, a menudo, la cabra y el tirso como emblema de Baco, y, en los vasos griegos, el cabrito es frecuentemente representado acompañando a Baco.
Según la tradición, la palabra Sufi proviene de suf, término con el cual se denominaba originalmente el fieltro de pelo de cabra con que se hacían las vestiduras rituales de los derviches de algunas cofradías místicas musulmanas.
Por otro lado, el témino latino capela (que significa cabra pequeña) designaba originalmente el conjunto de las vestiduras litúrgicas y, por extensión, el lugar donde se conservaban. Así después pasó a englobar el sentido de “lugar abrigado de culto, provisto de altar” (capilla).
En el pasado, en el grado de aprendiz masón y en el de compañero masón del Rito Escocés Antiguo, como uno de los adornos obligatorios para participar en los trabajos de la Logia, estaba el delantal hecho de piel de cabra, teñido de blanco.
En un importante ceremonial en honor de Dionisio, denominado Ditirambo, se festejaba la llegada de la Primavera, como símbolo de fecundidad. En torno a su altar, doce músicos-poetas cantaban y danzaban, representando una elaborada dramatización cosmológica, todos vistiendo vestiduras hechas con pelo de cabra. Al final, se ofrecía una cabra en sacrificio.
En efecto, en la generalidad de los cultos del mundo antiguo, eran comunes los sacrificios de cabritos o cabras (como también de carneros). Los hombres, hasta los más rudos (muchos de ellos por su enfoque demasiado astralizado), conocían la naturaleza fuertemente efusiva de la energía vital derramada de las reses sacrificadas (ver Nota 28). Y sabían (y sentían) que las potencias tectónicas, a las que llamaban dioses, las absorbían rápidamente.
Por último, no podríamos dejar de considerar el mito de Pan. No es seguramente por azar que esta divinidad sea representada como un macho cabrío, o mejor,


Pan es en parte zoomorfo y en parte humano. Su imagen es la de un ser peludo, con cascos y astas de chivo. Él es la personificación de la Naturaleza en toda su prodigalidad, y trae a la manifestación todos los dones y potencialidades de la Naturaleza misma, por medio de los sonidos que produce con su flauta mágica de siete tubos. En ella – simbolizando el Universo con sus 7 esferas o Planos – suena el Sonido Creador que despierta y desprende los arquetipos yacentes en el Alma del Mundo, revistiéndolos de Forma y dando así, origen a multitud de mundos, y al desdoblamiento de todos los fenómenos. Pan es la energía generatriz del Cosmos, incluso en sus aspectos sensibles (los sentidos, el universo de las sensaciones – en la Naturaleza y en el hombre (ver Nota 29) – están en él exuberantemente representados.
Respecto a este mito, de nuevo, se lee impresa, en la Psique Universal, la figuración del símbolo de lo Cápreo como equivalente del Akasha, la potencia oculta de la Naturaleza y la raíz de la Materialidad. Verdaderamente, en todas las culturas, los símbolos no son aleatorios; son, eso sí, expresiones definidas y vivientes en el Alma del Mundo.

Claves para la interpretación de los Mitos Helénicos:
Hefesto

Hefesto (Vulcano) es un dios tectónico, subterráneo, que trabaja las grandes fuerzas de la materialidad bruta. Su fuego no es el Fuego superior, espiritual, sino el telúrico, de las pasiones.
Hefesto simboliza o encarna también su obra, la humanidad prisionera de las pasiones y de la animalidad: primeramente él se acerca y se enamora locamente de Afrodita, el símbolo de Kâma en su aspecto inferior, de los deseos pasionales que se pegan e introducen en el ser humano en su condición animal. Sólo después (en otra etapa de su evolución), él se vuelve hacia Atenea, el símbolo de Manas (la Mente Superior), salida directamente de la cabeza de Zeus. Sin embargo, no consigue poseerla, aunque ella le dé atención y le apadrine. Esta es la señal de su primera aproximación a la posibilidad de superar el umbral de su condición sombría y telúrica.
Hefesto trabaja los metales, muy especialmente el hierro: en realidad, es precisamente el hierro el vehículo del Ser (de su esencia vital, en que el alma está polarizada), que asegura la encarnación y nos mantiene prisioneros en nuestro vehículo de carne. De ese modo, él es, también, quien forja las corrientes que ataron a Prometeo a la roca del Cáucaso. Pero Hefesto también actúa en los filones auríferos (simbolizando el alma, polarizada en la sangre de nuestras venas) y va haciendo bellas obras.
Es representado cojo y bizco. Esa es una figuración de su condición desequilibrada, el ser, no completo, el hombre animal que no realizó aún la conexión con su contraparte superior. Y el ser cuya visión está aún velada, condicionada, desfigurada.
El Hefesto griego encuentra correspondencia con el Tvachtri hindú (ver Nota 30), el constructor del carro de Shiva y aquel que forjaba las armas de los demás dioses, incluyendo el temible rayo de Indra. Era el arquitecto de las mansiones celestiales. Tvachtri era también conocido por el nombre de Vizkavarman (ver Nota 31) (el carpintero celeste védico), en el cual la teología cristiana parece haberse inspirado para la figura del padre “adoptivo” (José) de su Cristo Jesús (ver Nota 32). Y de nuevo vemos recaer en este signo de Capricornio la alegórica cuna de nacimiento de los dioses solares, Salvadores del Mundo.
Vizkakarman es uno de los aspectos de Agni, el Dios del Fuego. El “Fuego Sagrado”, Agni, tiene a Tvachtri (el carpintero) como padre, y a Maya (María) como Madre. También el nacimiento de Agni fue astronómicamente predicho por el surgimiento de una estrella en los Cielos, la Savanagraha, como se dice del nacimiento de Cristo, el Cordero (agnus) de Dios...
Volviendo a Hefesto, él es, en una de sus caracterizaciones, el “dios que ata y desata”. De hecho, en su aspecto deífico de constructor es quien, en los seres, logra la unión de las almas con los vehículos inferiores (del Cuaternario). Es también él quien nos desata cuando las almas desencarnan y se recogen en su propio Plano (ver Nota 33).
En esta función genésica él es idéntico al agregado de los Elohim de la teología hebreo-cristiana (o Alhim, en Babilonia), y a los Pitris-Barnishad de la antropogénesis del sistema hindú, o a la Pléyade de los Fetahil, de los Gnósticos. (ver Nota 34)
Ya se ha referido muchas veces en las páginas de esta publicación, en multitud de artículos, que los Elohim bíblicos son la colectividad de dioses (potencias) que se encargaron de la construcción de la humanidad animal, así como de todo lo que se desarrolla sobre el Plano de su jurisdicción – el Cuaternario, esto es, los llamados Planos Rûpa (con forma) y los más inferiores del Gran Septenario.
En otras religiones del pasado, esos constructores fueron reverenciados bajo otros nombres. En Egipto, Hefesto tiene equivalencia con Tifón (ver Nota 35), el aspecto inferior de Osiris (o, en una época aún anterior, de Phtah). El hombre-integral está compuesto de Tríada Superior y Cuaternario Inferior. Así, tenemos la duplicidad de los dioses (o los símbolos que ellos representan): Osiris-Tifón, Pitris Agnishvatta-Pitris Barnishad, Vishnu-Shiva, Zeus-Hefesto, Júpiter-Vulcano, Ormuzd (o Ahura Mazda)-Ahriman, etc. También aquí se puede aplicar el axioma cabalístico Daemon est Deus inversus (el Demonio es Dios invertido). De todas estas parejas, los respectivos aspectos inferiores no son más que “espejos“ de la Augusta Sabiduría, sin cuya existencia ella sería pura abstracción.

Atenea-Minerva
Atenea es el símbolo de la elocuencia y de la sabiduría serena propia de Buddhi-Manas (ver Nota 36). Entre sus propias insignias está el famoso escudo, el escudo de la invulnerabilidad, forjado por Hefesto, revestido con la piel de la cabra Amaltea, y teniendo en su superficie fijada la imagen de la cabeza de la Medusa Górgona. Él se tornó invulnerable porque fue templado en las forjas de la incesante lucha humana, en la larga peregrinación por los escenarios de la vida terrena.
El escudo es un producto y una arma de la Psique, en este caso de la Panpsiquis o Psique Universal – de nuevo tenemos la remisión para el Akasha o el Alma del Mundo, reforzado por el hecho de estar recubierto por la piel de la Cabra Amalteia. El Akasha es, aquí, como un espejo donde se reflejan, desnudas, las iniquidades humanas. De este modo los guerreros enemigos, inflamados de odio - prontos a derramar sangre e inflingir dolor – son víctimas de su propia imagen reflejada, simbolizada por la terrorífica Górgona.
Atenea porta en una de sus manos el Nike, la representación de la victoria, que significa la victoria sobre los vicios y las tentaciones, el culminar de la lucha exitosa en la aventura evolutiva humano-terrenal. Aparte del episodio con Hefesto, no se retratan cualesquiera otras aventuras románticas o sexuales suyas con otros dioses o mortales (ver Nota 37). Amada por todos, es más bien un modelo inspirador de las Virtudes superiores y más nobles, al alcance de la condición humana. Inspiró y protegió a héroes como Jasón, Orestes, Teseo, Heracles, Aquiles, Perseo y Ulises.
Durante las Khalkeia, las fiestas de los metalúrgicos en el Cerámico de Atenas, en tributo a Hefesto y Prometeo, Atenea era igualmente homenajeada como la protectora de los artesanos. Fue ella quien domó al caballo (la creación de Poseidón) e idealizó la cuádriga, a la que lo enganchó. También concibió el barco Argo, en la que los Argonautas, liderados por Jasón, viajaron en busca del “Vellocino de Oro”. Según Plutarco, “la nave que los griegos llamaran Argo es una imagen de la barca de Osiris, bautizando una constelación en su honor, y navega bajo las constelaciones de Orión y del Can Mayor (de la que Sothis o Sirio es la principal estrella). La primera constelación, de Orión, era considerada por los egipcios como la barca sagrada de Horus (H-or-os, Or-ion), y la segunda, como la barca de Isis. Significativamente, Sothis, el vehículo (el arga) de Isis (y la palabra egipcia para Sirio), es idéntica a Sophia (ver Nota 38), la copa del Conocimiento o Sabiduría (el Kykeon, de los Misterios griegos, líquido de la Sabiduría, alimento de la Gnosis, licor de la Iniciación).
Atenea impulsó la civilización e inspiró a los Atenienses (simbolizando los primeros hombres dotados de mente) para la invención y el perfeccionamiento de todas las artes y ciencias. Inspiró a Talo en su creación de la rueda de alfarero y en su invención de la escuadra, instrumento fundamental de los albañiles y carpinteros. Y, en el mito de Erictanio, vimos que, a éste, la diosa lo instruyó en el “gobierno de la cuádriga” y, al final de sus días en la Tierra, lo elevó a los Cielos y le dio una morada perenne en la brillante constelación Auriga (el Cochero). El Auriga era, entonces, el “conductor de los carros”, y simboliza el autodominio y control de las pasiones, y el poder o el dominio de una Voluntad enfocada. A la vista de los movimientos tumultuosos y desordenados de los caballos, que simbolizan, en nosotros, nuestras pasiones e instintos, el auriga es el Yo Superior (el Alma, aquí alegorizada por Atenea) que domina, controla, vigila y coordina los instrumentos del Cuaternario Inferior (los 4 caballos), canalizándolos al servicio del hombre espiritual.
Es patente la semejanza con en mito de Krishna y su discípulo Arjuna. También Krishna fue el conductor-guía del carro de guerra, tirado por 4 caballos, de Arjuna (en el campo de batalla espiritual de Kurukshetra (ver Nota 39), que toda personalidad ha de enfrentar, desbrozando caminos y haciendo elecciones, entre el Bien o el Mal). Igualmente aquí los caballos representan el conjunto de las fuerzas cósmicas y psíquicas que han de ser conducidas; el conductor es el espíritu que las dirige.



También Ovidio, en sus Metamorfosis, nos deja un testimonio novelado y poético del papel conjunto de Atenea y Prometeo en la evolución de la humanidad: “Después del Diluvio (de Deucalión y de Pirra), Zeus encargó a Prometeo y a Atenea producir una nueva raza de hombres a partir del lodo dejado por las aguas”,y , según podemos leer en la Doctrina Secreta, de HPB, “en los tiempos de Pausanias aún se mostraba, en la Fócida, el limo que el héroe utilizó. En varios monumentos antiguos aún se puede ver a Prometeo modelando el cuerpo del hombre, ya sea solo, o con la ayuda de Atenea”.
Atenea instituyó el primer Tribunal, o Aeropago, cuyos juicios eran llevados a cabo por un grupo de doce jueces. Con esto, ella proyectó el modelo de un Orden superior en la emergente e incipiente organización humana (la Divinidad solar tiene bajo ella doce dioses menores, los doce signos del Zodíaco).
El ideal personificado por Atenea es la meta de los pioneros de la humanidad, es el horizonte en que se focalizan los más esforzados y sutilizados de sus miembros. Ella apadrinó a Erictanio, paradigma del hombre común, mediano, que revela bondad y voluntad de ser útil, y esboza las primeras señales de maduración y sublimación.
Ella inspira, anima, bendice (da la mano) a aquel que se dispone a cruzar el escarpado camino del “filo de la navaja” – el puente Antakarana – para llegar, después de un largo y merecido esfuerzo, al otro margen, a la Tierra de los inmortales.

Isabel Nunes Governo
Traducción de Luis Javier Jiménez



Notas:
1.- Jehová, en el Talmud, es Achad, “el Uno en Muchos”
2.- En algunas raras representaciones, el “Chivo de Mendes” es representado con una cabeza de anciano e inscrito en un pentagrama invertido, como alusión a la naturaleza ilusoria y engañosa de la Luz Astral y a la necesidad de mucha prudencia y discernimiento para lidiar con ese depósito ancestral, viejo como el mundo, suma de todos lo buenos y malos efluvios producidos por la humanidad y por la naturaleza animal en general.
3.- Helena Blavatsky relaciona Baphomet con Azazel, el chivo expiatorio del desierto mencionado en la Biblia Judeo-Cristiana, y cuyo sentido original, según ella, fue pervertido por los traductores de las Escrituras. Azazel sería la conjugación de las palabras azaz y El, significando así, “Dios de la Victoria”.
4.- Por eso, también son a veces llamados los Triángulos, entre otros muchos nombres: Pitris Agnishvâttas, Mânasaputras, Dhyâni-Buddhas, Prajâpatis superiores, Aswins, etc.
5.- Curiosamente, se dice que Vulcano, el planeta intra-Mercuriano que “vela el sol”, dejó de ser visible al final de la 3ª Raza (Blavatsky Collected Writings, XII). A este propósito, hablaremos más adelante, cuando tratemos la simbología Hefesto-Vulcano.
6.- El 10º Portal es el de la Gnosis. El 10 es el número que da nacimiento a las almas, al alma humana y así también, al alma divina. Los Kûmaras tienen en la morada de Makara su foco y su misión (y es, con certeza, significativa la particularidad de la permutación fonética).
7.- Makara, literalmente, significa 5º Rayo (Ma = cinco; kara = rayo o potencia, del sol o de la luna. Kara también significa “madre”).
8.- El Número de Oro, de Matila C. Ghyka
9.- Lucifer (o Phoroneus), el “Portador de la Luz”.
10.- Como es de común conocimiento, la arquitectura del pentagrama regular está absolutamente determinada por el número áureo (“1,618”), o número regio de la proporcionalidad y la armonía. (Lamentablemente, por la extensión de este artículo, no es aquí oportuno realizar aquí esa demostración). De acuerdo con ciertas teorías astronómicas, debido al hecho de que la órbita de la Tierra es una elipse (y no un círculo) con excentricidad superior a la de Venus, el pentagrama descrito no es absolutamente regular. La excentricidad de Venus es casi nula, “0,0068”, y la de la Tierra es de “0,0167”. No sólo los griegos y los hindúes, sino también otros pueblos, como los Mayas, eran detentadores de sofisticados conocimientos astronómicos. El Códice de Dresden, por ejemplo, uno de los legados de los Mayas que llegó a nuestros días, exhibe un calendario con el ciclo completo de Venus, de 5 grupos de 584 días cada uno, totalizando así 8 años (terrestres), y siguiéndose cíclicamente el mismo esquema.
11.- En Sumeria, la constelación de Capricornus estaba asociada al dios Enki, más tarde identificado con Ea, que trajo la cultura de las profundidades oceánicas a la humanidad. Bien temprano los pueblos de aquella región mesopotámica dominaban conocimientos astronómicos y geodésicos. Reconocían, por ejemplo, tres paralelos principales: el ecuatorial, el camino de las estrellas de Anu (el Urano griego), y el de los trópicos, o caminos de Enlil (Cancer) y de Ea (Capricornio).
12.- Además del significado usual portugués de ama, “aquella que amamanta”, ama es también “madre” en hebreo, siendo aún un título de la Sephira Binah. En caldeo, “madre” se designaba amia. Âma-bhu es un término sánscrito que significa “existencia anímica”, o “que existe como alma” (“El que existe por sí mismo”, esto es, “Brahmâ y otros dioses”) Glosario Teosófico.
13.- El Amrita es el alimento que confiere inmortalidad, el elixir de la vida recogido del Océano de Leche, en la alegoría de los Puranas. Es idéntico al Sudhâ, néctar de los dioses, simbolizado por las aguas sagradas y purificadoras de Mandâkimâ cuyo aspecto inferior es el río Ganges, aguas personificadas en la diosa Gangâ, de la que Makara, místicamente, es el vehículo. El Amrita es también una designación, en los Vedas, del jugo sagrado Soma, utilizado en los Misterios del Templo, como es, también, idéntico al Haoma, el fruto místico, prohibido, de la Pippala, el Árbol del Conocimiento. Del término sánscrito haoma deriva el griego haîma, que significa sangre, el vehículo de la vida.
14.- Es también urea (del griego ouron, ouranós) Parecerán abusivas estas correlaciones pero estos términos guardan, desde nuestra perspectiva, no tanto en la etimología formal y más aparente sino por una extraña atracción oculta basada en la fonética, el Akasha, el Aether en el sentido superior, el Anima Mundi, el Amrita o el Elixir de la Vida, Ambrosía de los dioses, el Azoth de los alquimistas (También llamado Leche de la Virgen). Este Azoth es la Esencia Vital, el principio anímico presente en toda la naturaleza y a partir del cual toda la materialidad con su infinitud de fenómenos se puede manifestar. Aunque, en realidad, este Azoth no sea el Azoe de la Química, no es cuestión de azar que ambos tengan esa designación. El Azoe (Nitrógeno) es el más insondable y enigmático de los elementos, porque es el más radical, si lo podemos expresar así. Él es, en su verdadera acepción, la fuente de la vida fisiológica. Para sustentar, un tanto (en la medida en que nos sea accesible) esta afirmación, la ilustraremos simplemente con el conocido fenómeno de la hibernación, experimentado por algunos animales: los osos, por ejemplo, conservan y acumulan urea en su organismo para, en el período de hibernación, reconvertir esa urea en nitrógeno esencial, a partir del cual fabricar los aminoácidos fundamentales para el soporte vital.
15.- Ammon idéntico a Pan, el dios de la Naturaleza o la Naturaleza personificada.
16.- Del mismo modo que, entre los hindúes, Makara es el vehículo de Varuna, entre los egipcios, Sebek, el sagrado cocodrilo del Nilo, es el vehículo de Horus. En el Libro de los Muertos, Sebek pronuncia lo siguiente: “Yo soy el pez y la sede (morada) del gran Horus de Kem-ur”.
17.- Sebti significa siete o el séptimo (planeta).
18.- El cocodrilo es el dragón egipcio. Era el gran reptil de Tifón y su santuario estaba en Cocodrilópolis, donde era consagrado a Set y Sebek, que se decía eran sus creadores. Según las palabras del historiador Christian Bunsen, en ese tiempo “Tifón era uno de los dioses más venerados y poderosos, que distribuía bendiciones y vida a los gobernantes de Egipto...”
19.- También llamados los “Cuatro Dragones Ocultos de Sabiduría” o, también, los “Nâgas Celestes”.
20.- Saturno era asociado a Ildabaoth (según Orígenes, Ildabaoth es el Genio del planeta Saturno), y el Codex Nazaraeus (el Evangelio de los nazarenos y ebionitas) identifica a Ildabaoth con Jehová- Equivalía también al Zurvan Daregho-Chvadhata iraní.
21.- Esto mismo es inferido por los Gnósticos Peratae, cuando llaman Leviatán al Makara (Philosophumena, libro V). El Leviatán es, en el esoterismo bíblico, la Divinidad en su doble manifestación del bien y del mal.
22.- Shishumara era el nombre que en la antigua India se daba a la constelación del Dragón. La estrella Thuban (Dhruva en sánscrito) fue la estrella polar cerca del 2700 a.C.
23.- Equivalente al Eros griego, antes de decaer y ser antropomorfizado por el hombre, en las concepciones exotéricas y dogmáticas, en la figura de Cupido.
24.- Según se cree, en estos túmulos de Thurium fueron sepultados, durante el siglo IV, los últimos pitagóricos de Síbaris.
25.- El Árbol del Universo, del Tiempo y de la Vida, equivalente al Ashvatta hindú, al Zampu tibetano, al Sung-Mîn-Shû chino, al Ficus religioso o Árbol Bo budista... El Yggdrasil se secará y desaparecerá sólamente el día en que sea librada la última batalla entre el bien y el mal.
26.- Dicionário Mítico-Etimológico, de Junito Brandão.
27.- Juno “la Salvadora”, protectora de todos los nuevos comienzos, incluyendo los nacimientos.
28.- Los glóbulos rojos de la cabra alcanzan valores del orden de los 17.300.000 por mm3. El mamífero que más se le acerca es el carnero, con 10.300.000. El gato tiene de media 8.100.000. El caballo, la vaca y el perro andan por los 7.000.000 (para tener una referencia comparativa, el hombre posee entre 4.500.000 y 5.700.000 y la mujer entre 4.200.000 y 5.200.000). En la vida animal, cuanto más astralizado, más enredado en la materia, y más concentración de esencia vital.
29.- El equivalente a los tanmâtras de la filosofía Sânkhya.
30.- Corresponde, también, al Vil-kan babilónico, uno de los hijos de Anu, así como al Thubal-Cain hebreo, a su vez asimilable a los Cabires de los misterios de la Samotracia, y una representación utilizada en el grado de Maestro Masón, en el ritual y ceremonias de los franc-masones. (Se sostiene, a este propósito, que la designación copta Phree Messen, que significaba “Hijos de la Luz”, inspiró la adaptación Free Mason y Franc Maçon, con el significado de “albañil libre”). Los Cabires fueron los epónimos de la ciudad de Hebrón – o Kirjath-Arba – literalmente la ciudad de los “Cuatro Señores” (los Cabires). En esta ciudad, según la leyenda, un Isarim, o Iniciado había encontrado la “Tabla Esmeralda” en el cadáver de Hermes.
31.- El 3º de los Siete Rayos Solares. Equivale al Espíritu Santo en la concepción teológica cristiana.
32.- Tvachtri, como artífice de los dioses y forjador de sus armas es denominado Kâru, “artífice”, como carpintero es llamado Takchaka. Según La Doctrina Secreta, Tvachtri o Tvast es el gran patrón de los Iniciados.
33.- Es como mínimo sugestivo señalar aquí la alegoría de los Platónicos de que “las almas, cuando dejaban la corporalidad, ascendían a los Cielos a través de las estrellas de Capricornio, a las que llamaban la ‘Puerta de los Dioses’”.
34.- Según la Ciencia Arcana, la Naturaleza físico-química del hombre es conformada a partir de los Chhâyâs (o sombras, a falta de mejor terminología descriptiva) exudados de nuestros Ancestros Lunares, los Elohim o Pitris-Barnishad. Esa protomateria genésica se fue coagulando (a semejanza de lo que sucede en el interior albuminoide de un huevo) y de ella fueron formados los modelos o tipos del hombre físico.
35.- “Siglos antes del éxodo de Moisés, el macho de la cabra (o Baphomet) era consagrado a Tifón, y sobre su cabeza los egipcios confesaban sus pecados, siendo el chivo después enviado al desierto. ‘Y Aarón tomará el chivo emisario... y colocará sus manos sobre la cabeza de ese macho vivo y confesará sobre ella todas las iniquidades de los hijos de Israel... y lo enviará al desierto’ (Levítico XVI)”. Glosario Teosófico de Helena P. Blavatsky.
36.- Representa el Nous (el Alma racional o Ego Espiritual) en la filosofía griega.
37.- Se exceptúa una muy remota tradición aislada que representa a Atenea como la “Eterna Virgen” esposa de Alalkomeneus, el héroe epónimo de una ciudad de Beocia, donde otrora se irguiera un templo a la diosa. En una oda de Píndaro, Alalkomeneus es presentado como un símbolo del primer hombre (dotado de mente). La alegoría es obvia.
38.- La Sophia Achamoth, personificación de la Luz del Conocimiento del Akasha.
39.- Según se describe en el Bhagavad-Gîta, la lucha entre los Pândavas (simbolizando el Yo superior o Espiritual) y los Kurus (simbolizando el Yo inferior o “Personalidad”), en el campo de batalla de Kurukshetra (el Escenario de la Vida, con su infinidad de escenarios, esto es, las vidas sucesivas.